23 de Noviembre del 2006.
Ayer 22 de noviembre luego de cientos de infructuosas llamadas a Canal 13 a fin de conseguir una entrevista con los Srs. Jorge Guinzburg y/o Andrea Stivel, -representantes de la persona , de quien dijera Fito Páez «es un mentiroso profesional» y me hiciera víctima crónica de sus embustes con el fin de continuar en su enriquecedora vorágine por el dinero y el mercado de Sony BMG,, y tras haber soportado la burla, el maltrato, la falta de atención telefónica y las reiteradas amenazas aludiendo a mi estado de salud («te vamos a hacer internar por loca», repetían como un latiguillo) me presenté en la recepción de la calle Lima y solicité audiencia con las citadas personas o con el Director General del canal señor Daniel Zanardi, a quien peticioné oportunamente por intermedio de Valeria, su secretaria, idéntica posibilidad de presentación de mi caso a las autoridades, dado que soy víctima de seguimientos, lammers, hackers, tercerización telefónica y espionaje industrial desde hace muchísimos años, llegando en los últimos tres a volverse una verdadera cacería humana, comandada desde los servicios de inteligencia de nuestro país con el fin de apoderarse de ideas, palabras, versos, construir historias o mentarme como “musa full time” a fin de enriquecerse indebidamente.
Ante la reiterada negativa a atenderme, y considerándome discriminada por mi condición de «goy» o sea «no pertenecer a la red judía de prensa ni como familiar, amigo o empleada» hice mi reclamo por medio del uso de un megáfono (ya que nunca me permitieron pasar al canal) y los requeridos escapaban como ratas por el estacionamiento lindero.
Algo ocurrió entonces. Llamaron al SAME para «asistirme» por si sufría algún tipo de ataque ya que por la violencia de la situación reiterada alegaban la almodovariana frase de que me encontraba «al borde de un ataque de nervios», cosa que no era tal sino una situación producto de mi temperamento vehemente y pasional en el reclamo de los derechos.
En este ámbito sucede lo inédito y delictivo:
Dos médicas del SAME (María Alejandra Negri y Rodríguez Jurado, esta última se retiró a tiempo ) hablaron conmigo. No me revisaron clínicamente y ni siquiera me tomaron la presión arterial.
Se presentó asimismo el abogado Subinspector Medina de la Comisaría 16 a fin de averiguar mis antecedentes.
El caso es que delante de la custodia del canal y los empleados, me forzaron a entrar a la ambulancia (yo estaba en buen estado de salud y no estaba interesada en ningún tipo de atención médica, ya que tengo mi historial clínico en Avellaneda y nunca padecí enfermedades graves).
Adujo la señora Negri que me llevarían «a mi casa en Avellaneda», y como repliqué que tomaría un taxi, el policía intervino y entre varias personas más, cuyo nombre no recuerdo, me obligaron a subir a la unidad. Me tomaron por las axilas y me subieron por la fuerza. Un delito criminal a plena luz del día y ante decenas de testigos.
Obviamente, y cumpliendo con las amenazas que había recibido telefónica y personalmente de los ene enes que me cruzaban en la calle, me llevaron al Hospital Moyano.
Querían por todos los medios que entrara a la guardia para «tranquilizarme un poquito» y aludiendo falsa simpatía, que por supuesto conducía a una trampa legal y mortal.
Amparada en mi derecho a defensa de la C.N. y las leyes de salud mental que determinan jurisdicciones puntualicé frente a los testigos policiales de la entrada que había sido secuestrada y se me estaba privando ilegítimamente de mi libertad.
Al final, luego de dos horas tuvieron que comparecer mi hermana y el padre de mi hijo, a fin de firmar el regreso a mi hogar con la recomendación de un médico psiquiatra-con quien hablé únicamente cuando me vino a despedir- de que concurriera a un tratamiento psicológico y que «no fuera más con megáfono por ahí, que me iban a tener que internar en ese caso.»
O sea, que los medios y el periodismo pueden mentir impunemente en la prensa ante 3.000.000 de espectadores complacientes pero a mí se me niega presentarme pacíficamente ante un canal y reclamar el derecho a réplica, se me «aconseja» no volver con megáfono a emitir mis opiniones (pese a que mi domicilio no corresponde al de la jurisdicción del Hospital intentar manicomializarme) y por si fuera poco, se me sugiere un tratamiento psicológico que por fortuna, todavía nunca he necesitado.
Claro, que de seguir viviendo en este sistema de perversión donde el poder es de unos pocos que se atribuyen el mando de determinar cuales son las noticias de lo «que hay que saber» como si le robaron una cartera a la hija de Bush o se organizó por un blog una guerra de almohadonazos, va a ser difícil sobrevivir a tanta estupidez y tamaña mediocridad donde médicos, psicoanalistas, abogados y políticos están implicados en una corrupción kafkiana institucionalizada por la mala praxis y el poder del más fuerte.
Resulta necesario agregar que la actual intervención del Moyano está a cargo de una persona que no es de carrera, que fue resistida en huelgas por el personal y que obviamente designó el gobierno K. a fin de acusar a los enemigos ideológicos de enfermedades mentales inexistentes.
Pero, como hay un orden divino que nos protege a los perseguidos por los poderosos, intervino la Jueza Ana María Beneventano del Juzgado 86, con competencia en familia, estado y capacidad de las personas.
Su secretario alarmado porque ellos no habían emitido orden alguna de internación, y habida cuenta de los hechos, y su carácter político, decidió archivar la intervención de oficio en una causa penal, donde indudablemente soy la particular damnificada. Me pidió reserva, por supuesto.
Ojalá Dios ilumine a la tan bastardeada Justicia y se ponga fin a estas bandas mafiosas que se creen con derecho a decretar la muerte civil de algunos ciudadanos para vampirizarlos por medio de la tecnología y los decadentes amigos de lamerle las botas al rey de turno.
Será necesario dar intervención a la Justicia Criminal, a esos efectos.