Archivo | diciembre 2014

Yo te cielo

 

 

 

YO TE CIELO

¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo. (Frida Khalo)

Si mi voz fiera símbolo del Verbo, yo te cielo, amor,
en parte diario,
porque vos cuentagotas de noche con piso a ras del suelo,
acequiante las aguas, me enlagás la soberbia del destino.
Yo te harapo raído,
comentarios fugaces de vampiro exigente,
Te arcoiriso la cárcel de los acribillados.
A veces, elogio de la culpa sublunar
proceso intelectual de resistencia,
agotadora instancia que pone a uno en guardia
me enciudado con cautela,
y sustantivo a tientas.
Vos te suelta de palomas,
tan fiebre de los niños, a menudo
jaleantes de grosellas,
me adiosás en cuartos separados,
te derecho de admisión del protocolo.
No hay dinero en el mundo,
que pague esta deuda insoportable.
Me horizonto apasionada.
Te recurso de amparo, te visión del exilio.
Te cola de ratón que no le gusta a nadie.
Vos familia muy tensa que pide la renuncia,
paracaideás, vivaracho, indiferente.
También me sucede, que cuando esculturás el viento,
liminar de las formas de la anatomía de fondo
nos diciembran gaviotas,
chubasquean milagros con los ojos cerrados.
Sacapuntas del lápiz que reamo
tu distancia empeñada en haber nacido antes,
me avalleja y montaña
porque instructivás diccionarios, a pares y nones.
Nos tratamienta la vida,
nos madrea en Buenos Aires.
nos ahija puntual en un barrio latino,
nos apalabra en un acto sexual exorbitante.
Somos la invención, el capricho, la aventura.
Somos lo que hemos leído, reflexionado, soñado e imaginado.
Desvergüenza y paisaje.
Itinerario.

Desertores del sistema

Desertores del sistema

Estudiaré los libros sapienciales
como un desertora del sistema.
Los versos sibilinos adivinen,
el presagio de muerte y de desastre
del lenguaje de Apolo y de las musas,
con la tenue hermosura castigada
por la inflexión celosa
que desentrañe tu brutal dominio
sobre el mío, que gradualmente acusa
el miedo a no morir entre tus brazos.
Con el pretexto de calmar la angustia
hoy fruncieron el ceño las vírgenes caídas.
Reclamaron un límite modesto
ante tanta locura almidonada.
La pasión desarraiga divisorias de aguas.
La letra desafuera;
el verbo es soda cáustica.
Conmociona la parvedad del beso,
que no alcanza a durar los tres minutos,
la demora del sol en el poniente
con su tibia rutina igualitaria,
y sirve su elocuencia a la apoteosis
contra nuestra implacable influencia sucesoria
de ejércitos perdidos en vínculos fatales.
Un fugaz beso es suficiente para cifrar
todas las religiones del cosmos indecible.