Archivo | marzo 2018

El croquis frutal de la aurora

 

Por ocultar desfachateces

se hicieron cargo del exterminio y de la risa,

mientras clamaban mutis por el foro

y cerraban el pico.

Se aliaron a las grillas poderosas

aunque vieran  llover tras las ventanas.

Ahora es lo que queda:

el destello de una defensa

y la certeza de que se actúa

bajo amortiguadas convicciones,

y no para pagar el costo atávico,

porque no hay que cambiar de camiseta

y saltar a tierra firme,

ni siquiera cuando el barco

se está hundiendo,

mojada su epidermis por la tormenta cadavérica.

El pueblo necesita guías,

líderes,

espíritus que los lleven a la gloria.

Volvamos a dibujar el mundo
con crayones de niño en kindergarten,

Ya ves. Me siento fuerte

cuando te tengo al lado,

rozando tu mano señorial

el croquis frutal de la aurora.
Si la propiedad no existe

me pido vivir en la mansión,

no en la choza.
Si  hay un amor que existe

cabe en esta gotera.



Publicado en Premio Consuelo.











 

Por ocultar desfachateces

Como piedra me desgasto

Se puede escuchar una versión casera aquí.

Como piedra me desgasto

 

 

Con la viscosa esperanza de detener el tiempo,

me convertí en una piedra.

Como piedra me desgasto.

No volveré a ser humana.

 

Rituales, sacrificios y banquetes

se jalonan en  blandas palabrotas.

Ceremonias anodinas conmemoran

inscripciones en los libros sagrados.

Son el humo de los dioses o el gozar de los demonios.

 

Es para mí la vida una cantera

que me alberga,

la vislumbro desde la cima.

Ruedo y caigo en el pantanal del mar

que encrespado me  arroja a las orillas,

impasible ante el ignoto destino.

 

Siento cómo se congela el vino de los muertos

en la copa de plata del cadáver

y me transformo en lápida brumosa

a los indescifrables latidos

de los relojes de arena.

 

En el curso de la existencia

la eternidad es un instante seco

y desbandado.

 

 

oficina

Del libro inédito: Enfundá la mandolina

 

Improvisaciones

Improvisaciones

“Sigo al humo como una ruta propia”

Fernando Pessoa, Álvaro de Campos. Tabaquería.

 

“Sigo al humo como una fruta propia”

Versión personal.

Solo escribo cuando tengo algo que decir,

generalmente, no se me ocurre gran cosa.

Aunque algunos dicen que escribo demasiado,

que suelto mi sangre atropellando las letras,

y dicen que me cuide. No es bueno

querer tener siempre la última palabra.

Me puedo quedar callada,

pero,

¿para qué?

¿para qué quedarme callada?

¿o para qué decir?

¿para qué estar?

Uno a veces no sabe a qué atenerse.

Estamos en un mundo donde todo Cristo

tiene algo que decir.

Pero claro, nadie dice nada,

porque nada puede ser dicho.

Ya todo fue dicho.

Entonces, la Naturaleza  ofrece

sin sorna construir

un entorno,

un entorno diverso,

importante,

no más Nada.

Un zoo universal para estar vivos,

para tal vez morir de ser gentes

cargando nuestros féretros,

deletreando a gritos

la inscripción modélica,

presintiendo el  secreto hemisferio

tras inaugurar un ritual fulgurante

y relicto

después del fuego.

 

De pronto la razón se transforma

en verdad inmediata,

en un práctica sin sentido,

donde el conocimiento del ser humano,

es lo baladí,

una decadencia inmemorial,

sin usos ni costumbre.

Un conjunto de fuerzas

en medio de ese escenario

puede determinar con

un excesivo rigor,

deshacer el pensamiento

por las atenciones que estamos recibiendo.

Los dones y el registro que nos limita

nos lleva a la verdad,

apartándonse de la locura,

dibujando un círculo de miseria,

un envoltorio.

Es como una realidad concreta

en una tierra donde

profundizar la negatividad,

es casi una obligación,

una enfermedad de la cabeza

para unos

y un elixir confiado para otros.

Una confrontación irreparable

entre el sí o el no,

el poso que uno creería encontrar

en una operación de resta,

de las que desvinculan

curiosamente

las ceremonias que hemos vivido

de las extrañas experiencias

que nos faltan por vivir.

Las relaciones humanas

son absolutamente humanas

cuando son impredecibles.

La conmiseración

es una manera de destruir

al mentecato

el día en el que sufrimiento rodee al  vacío,

pero lo rodee con felicidad.

Porque felicidad también es sufrimiento

en un mundo

que nos convierte en culpables

por ser felices

es donde deviene

necesario un compromiso locuaz

con la dialéctica.

Se nos exige un certificado,

una especie de promesa,

sin pronunciar palabra,

en silencio

liberado a su destino,

una falta, un suceso,

una blasfemia detrás.

Estamos desconformes con el origen

aunque no sepamos si hay un origen,

sin embargo, en la redondez del tiempo

y del espacio

decimos: no volveremos a beber

dos veces las aguas del mismo río.

La razón se inclina

y el corazón se contraría;

¡cuánto nos angustia ese no beber

del líquido tangible!

Lo sustituye una decoración familiar.

Una decoración familiar

que termina siendo ficticia

o quizá monstruosa,

nos introduce en un círculo

de orden,

de mandamientos que debemos

acatar como anatema.

Vamos provistos por completo

de movimientos impecables,

paradójicos,

en un reposo de la oportunidad

donde el alma se sobrecoge

ante las brasas

del otro lado,  -el lado oscuro,

el lado ígneo-,

cuando nuestra pasión reina en el vacío,

siguiendo esos principios que olvidamos.

Esos principios

que forman parte de nuestra existencia,

que ahora parece no tenernos a su vera,

subrayando soez la acción moral,

esa cosa heredada por los reformadores.

En ninguna parte,

excepto en las novelas,

hemos visto una adoración más insensata

a la buena fe,

a la bonhomía,

y puede que el mundo sea esto

y haya reuniones que transcurran

en la falta de ensamblaje

del  descontento global.

Recordamos el papel

de visitantes que nos ha tocado.

Recordamos, por fin,

como hemos de ceñirnos

a una forma de gueto,

a una estima innecesaria,

a un espíritu indomable

despertado de su reminiscencia

que se ahoga,

como una secreción,

como una segregación religiosa.

¡Adiós Esteves!

A Dios.

 

 

Lu
Como estoy ocupada en nuestra revista para camaleones fatigados, hace un rato que no escribía versos. Ayer, recité estas improvisaciones ante el grabador -confieso que las corregí bastante- y quiero compartirlas con mis queridos amigos de wordpress, comunidad que nos da alojamiento gratuito.

mark edwards

             Marc Eduards

 

(exclusivo para curiosos y amantes del detalle a quienes no les perturbe perder el tiempo improvisando y meditando)

El ruido de fondo es el paso de hojas de libros que sirven como disparadores de la inspiración improvisada. 

 

Lu